Pensamiento lateral, es lo que algunos aconsejan. Abrir los ojos, es lo que la mayoría te dicen. Resulta que este mosquito apareció un día zumbando por mi oído como quién quisiera oirlo y allí se instaló, para borrar ese otro ruido molesto que provocaba un abejorro. Estuvo aproximadamente dos semanas zumbando y revoloteando junto a mi cabeza, apareciendo y desapareciendo... y como es obvio, al tenerlo clavado al lado mío con su continua melodía, me acostumbre y ni siquiera le daba importancia a su presencia. Llegó un día en que el mosquito quiso explorar más y practicamente se adherió como un arito. Pero luego, de un día para el otro, el mosquito voló... se fue, caput. Y de ahí en más descubrí que necesitaba ese ruido molesto junto a mí, porque en fin, me hacía sonreír. Me hacía vivir. Y heme aquí buscando al maldito mosquito por todos lados, solo encontrando enjambres de avispas y abejas... y el mosquito no vuelve, o no quiere volver junto a mí. Tal vez, lo único que necesito es paciencia y tomar las cosas con calma, mucha calma.